Los ritmos circadianos son ciclos diarios de 24 horas que controlan la actividad de diferentes órganos y procesos de nuestro cuerpo guiados principalmente por la luz. Nuestro reloj biológico, guiándose por los ciclos de luz-oscuridad (día y noche), le dice a nuestro organismo que se ponga en marcha para que por la mañana estemos cognitivamente más activos y preparados para el movimiento y por la noche que es hora de descansar para que todo funcione en orden.

Pero lamentablemente en nuestro día a día despistamos a nuestros relojes biológicos, haciendo que todo lo demás funcione mal. Nuestra propia biología espera exposición a luz solar y actividad diaria por la mañana y no estar encerrados o sentados en una silla. A su vez, por la noche prefiere luz de menor intensidad como la que puede proporcionar el fuego o la luna y poco ruido o agentes estimulantes como el tabaco o el alcohol. Sin embargo, nos quedamos mirando la televisión, los móviles o tablets y con ruido excesivo hasta altas horas de la madrugada y eso, día tras día se paga con enfermedades crónicas.

El hecho de que nuestros relojes biológicos funcionen mal hace que estemos de peor humor y tengamos mayores tasas de depresión. También, consumimos más comida y sentimos atracción por aquella que es de peor calidad, con mayor probabilidad de obesidad y atracones (Bedrosian and Nelson, 2017). Dormir peor también es una consecuencia evidente y todo lo que ello implica. De hecho, los niños son más sensibles a la exposición a luz artificial por la noche que los mayores, haciendo que rindan peor en el colegio y en su día a día.

En definitiva, más luz y movimiento por la mañana y menos luz y descanso por la noche.

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