Al nacer nos reparten unas cartas para participar en el juego vida: nuestros genes. Cada uno tenemos nuestra propia genética, que es la herencia que hemos recibido de nuestros padres; esos que nos dicen si tenemos los ojos azules o marrones, la piel más oscura o más blanquecina, o el pelo de color rubio, castaño o más tirando a negro. En esos genes también va escrito en parte si vamos a desarrollar enfermedades como cáncer de colón, de mama o de pulmón; si vamos a ser obesos en el futuro o si tendremos más posibilidades de sufrir un infarto.
Pero te voy a decir una cosa: podemos jugar nuestras cartas de una manera u otra, es decir, podemos vivir con un estilo de vida u otro. Si tienes una genética favorable para desarrollar cáncer de colón y llevas un estilo de vida sedentario, consumes muchos embutidos (carne roja procesada), fumas y bebes alcohol, a parte de tocarte malas cartas, has jugado muy mal. Es seguro que desarrollarás el cáncer. En cambio, si esa misma persona juega bien sus cartas, aunque sean muy malas, y lleva unos buenos hábitos de vida, tiene muchas menos probabilidades de desarrollar la enfermedad.
Los genes nunca van a ser lo único que importe, aunque pueden ser una escusa muy buena para no luchar. De palabras textuales de un investigador muy importante sobre el tema: “existe la observación de que gemelos idénticos dejan de serlo en muchos casos con el paso de los años, lo que sugiere que el medio ambiente hace que la expresión de genes totalmente idénticos difiera significativamente y se expresen diferentes fenotipos, debido precisamente a los cambios epigenéticos influenciados por factores ambientales” (Corella et al., 2016). Puede sonar complicado pero… ¡¡¡JUEGA BIEN TUS CARTAS!!!